1 de agosto de 2009

Recuerdos - Relato

Este relato lo hice para un curso de verano de la UB (Universitat de Barcelona) donde participé con el objetivo de que me diesen créditos de libre elección para superar la carrera, sin el trabajo sólo te dan dos y hoy he visto que me han aprovado el trabajo y por lo tanto tengo tres créditos más de libre elección que tengo que acreditar por supuesto pero hasta septiembre nada.

Bueno como lo he aprovado quería dejaros aquí el producto de mi inspiración (lo hice en una mañana), no es gran cosa, pero disfrutadlo al menos.


RECUERDOS

Lo había visto en miles de películas, te tomabas una pastillas y listo, sólo quedaba esperar pero el hacerlo yo se tornaba diferente, me atraganté y tuve que ir corriendo al cuarto de baño y escupirlas antes de que llegase la asfixia y me ahogase, y luego me di cuenta de que era eso lo que buscaba, buscaba morir, qué más daba la manera, sabía que no podría vivir sin él.
Me lavé la cara con agua fría, necesitaba un baño, una ducha, lo que fuese para sacarme el frío sudor. Me giré para abrir el grifo de la bañera y permitir que el agua la llenase y luego me fije de nuevo en las fotos que había desparramado por el suelo, sus fotos, sus recuerdos, mis fotos, mis recuerdos, nuestras fotos, nuestros recuerdos.
Sollocé fuerte casi sin darme cuenta e intenté agarrar todos esos recuerdos, me habían aconsejado con meses de terapias que me fuese deshaciéndome de ellos, guardarlos en sitios donde no pudiese encontrarlos hasta que estuviese lista, pero era imposible, porque el recuerdo que deseaba que desapareciese no era un recuerdo material, sino un recuerdo en mi mente, un recuerdo feliz, un recuerdo triste.Las terapias psicológicas a las que había ido de poco me habían servido para mejorar, porque más que mejorar empeoraba, las pesadillas de aquel horrible día aparecían en mi mente continuamente, apenas dormía, apenas comía… Ese día fue el fin de mi vida, me hizo separarme de mi gente, de mi familia, de mis amigos, de mis compañeros, de cualquier persona que se preocupase por mi salud, porque yo, insociable, le ladraba a todo el mundo y no dejaba que nadie me ayudase, rechazaba cualquier tipo de ayuda que se me brindase. Sólo podía llorar y llorar sin querer hacer nada. Esos fueron los primeros días. Luego enmudecí casi por completo.
Noté algo caliente en mis pies y me di cuenta que me había olvidado por completo de que estaba a punto de bañarme y que el agua se había desbordado, poco me importó, pero aún así dejé las caer algunas de las fotos que por inconsciencia había cogido y cerré el grifo. Me desnudé y me metí en el agua calienta sin darme cuenta que entre mis manos aún guardaba una de sus fotos.
Lo observé, sonriente, con esa sonrisa que me encantaba, que hacía que el mundo dejase de girar, una sonrisa que en mis recuerdos era amarga, pues era tan parecida a la última que me había regalado.
Ese día, después de un largo paseo donde hablamos de nuestra separación, de los motivos que nos habían llevado hacía un año a separarnos como pareja, pero que habían impedido que nos enamorásemos de otras personas o que conociésemos a alguien con quien pudiésemos estar juntos. Era nuestro destino, estaba escrito.
- ¿Cuándo nos veremos de nuevo? – le pregunté mirándole ansiosa a los ojos mientras él me acurrucaba entre sus brazos como antes, como siempre.
- Mañana tengo clases y trabajo por la tarde. Pero el sábado libro, así que pasémoslo juntos.
- Genial.
Nos besamos y nos despedimos y me sonrió mientras empezaba a cruzar el paso de peatones. Estaba tan feliz que estaba convencida que nada podría arruinar ese momento. Me equivoqué. Todo pasó tan rápido aunque lo viví a cámara lenta.
El destello de un coche llamó mi atención, iba dando eses como un loco mientras se acercaba sin ningún tipo de preocupación hacia el semáforo en rojo y sin ninguna señal de que pretendiese frenar.
Intenté correr, intenté advertirle, pero mi cuerpo no respondía a mi cerebro, parecía un ordenador que se había quedado bloqueado y que no respondía a los atajos que le envía el teclado y la única forma era darle al botón de reiniciado, pero yo no tenía ese botón y mi cuerpo no reaccionaba a nada.
Vi su cuerpo girar hacia el coche con cara de sorprendido, y como sin tener tiempo a reaccionar colisionaba con ese coche y salía disparado por encima del mismo hasta caer bruscamente sobre el asfalto.
No reaccioné después de eso, mis ojos se quedaron clavados en el cuerpo, y deseaba que se levantase y caminase como si nada hacia el otro lado de la calle pero muy en el fondo, o quizás no tanto, sabía que no lo haría, que no se movería, que estaba muerto.
Escuché a la gente gritar a mi alrededor, a personas acercándose a él, pasar corriendo a mi lado para ir a socorrerlo y yo, que para mí era la persona más importante de mi vida, no podía hacer nada.
- No puede ser – susurré.
Y empecé a repetirlo inconsciente una y otra vez, sin cesar. Escuché las sirenas de la policía y las ambulancias acercándose, vi esas luces parpadeantes a mi alrededor que iluminaban cualquier rincón de la calle, observé al conductor del coche, un chico joven, salir por su propio pie, prácticamente ileso, observé el charco de sangre que dejaba su cuerpo sobre el asfalto.
Empecé a respirar entrecortadamente, me ahogaba y la vista se me nublaba. Lo último que recuerdo de ese día era el suelo precipitarse hacía mí. ¿O era yo quién me precipitaba hacia el suelo?
Desperté al cabo de unos días en el hospital y allí empezó mi suplicio, pedía sin parar que me dejasen verlo pero sabía que no podía que ya no estaba, pero me agarraba a esa esperanza.
Mi familia vino a verme, pero no quería estar con nadie, no hablaba, dejé de comer y los médicos acordaron que lo mejor sería que empezase una terapia. No quería psicólogos, quizás fue por eso que no llegué a recuperarme con ningún tratamiento, era yo quien no quería recuperarme y sigo sin querer. Quiero que él vuelva a mí, estar a su lado, abrazarlo de nuevo.
Recordé la fuente donde nos conocimos, el primer beso que me dio, todos sus hermosos regalos de cuentos de hadas, el día que plantó cara a su padre, nuestra ruptura, el paseo de cerezos.
Enfoqué la mirada a la foto de nuevo, mojada, pero tan hermosa como siempre.
Sentí mis lágrimas, me concentré en su movimiento, noté como se creaban en mis ojos, las sentí deslizarse por mi rostro, las saboreé en mis labios, saladas, amargas.
Sumergí mi cabeza en el agua, cerré los ojos, escuché el teléfono muy a lo lejos, pero me había vuelto a sumergir en sus recuerdos, en mis recuerdos, en nuestros recuerdos. Me concentré en intentar sentir sus brazos estrechándome. Sus labios sobre los míos. La sensación esa de mi corazón palpitando a mil por hora al ver su sonrisa. No sabía si había empezado a llorar de nuevo pero me sentía morir.
Inconscientemente agarré una cuchilla y la fui apretando contra mis venas hasta lograr un corte profundo. El agua caliente hizo que la sangre saliese con más rapidez. Mis ojos se nublaron, no sabía si era por las lágrimas o porque sin querer iba cayendo en la inconsciencia, recordando ciertos momentos.
Antes había una fuente, de patosa que soy me caí en ella y él me rescató, ahí nos conocimos. Antes yo era asustadiza pero peleadora, él me trato como una princesa, me dio cosas con las que nunca antes había soñado. Antes él era un chico de bien, vivía en una burbuja, yo le abrí los ojos y él me enseño a amar. Antes él se equivocó y me rompió el corazón, yo me equivoqué y le rompí el corazón. Antes había un paseo de cerezos, allí nos perdonamos. Antes no sabía lo que era el amor y ahora no puedo vivir sin él.

FIN

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