27 de febrero de 2010

El Momento de Cambiar

Nuevo relato, lo escribí ayer y creo que quedó bastante bien, no es un relato largo, es más lo que ven es lo que hay así que no esperen más, también por el hecho de que no sabría continuar. Es un relato bastante triste, o al menos eso me han dicho, así que ahí queda, advertido, si no te gustan los relatos tristes mejor no lo leas, y si lo lees luego no me heches la culpa.


EL MOMENTO DE CAMBIAR


¿Estaba muerto? ¿Estaba vivo? ¿Respiraba? ¿Cómo podía saberlo? De qué forma saberlo si ni siquiera él se podía mover, de hecho tampoco estaba seguro de haber sobrevivido. ¿Estaba él también muerto? ¿Habían muerto?

Intentó llamarlo varias veces, pero no articuló ningún sonido. ¿Había siquiera movido los labios? No podía estar seguro. Estaba asustado, eso quizá debía garantizarle que seguía con vida, pero aún así su seguridad prendía de un hilo que se estaba rompiendo.

Intentó mover alguna de sus articulaciones pero era un horror sólo intentarlo, le dolía todo, otra prueba de su supervivencia, quizá.

Pero, lo que no entendía era cómo podía estar vivo con el daño que le hacía el cuerpo y con los sucesos anteriores. Intentó poner en orden sus ideas, tratar de recordar que demonios había sucedido, porqué se sentía así tan dolorido. Por qué el coche en el que viajaba estaba destrozado y sus cuerpos atrapados debajo de él y sobre todo por qué estaba convencido que había muerto, pero aún así, se seguía haciendo preguntas que parecían demasiado obvias.

Volvió a enfocar la vista en el cuerpo cercano al suyo, en el vio reflejada su viva imagen, no tan viva, pues aún así era capaz de ver las diferencias entre él mismo y su hermano gemelo. Intentó articular de nuevo el nombre de su acompañante, esta vez hubo un avance, consiguió articular un sonido justo antes de escupir sangre por su boca.

Ahora estaba cien por cien seguro, seguía vivo, pero a qué precio. ¿Era justo seguir con vida sin tu alma gemela al lado? No, no lo era, así que se convenció que su hermano también había sobrevivido.

Su cabeza se embotó del todo y una nube negra pasó por delante de sus ojos, intentó desperezarse tratar de conseguir ayuda o algo. ¿Dónde diablos habían ido a parar los móviles? Antes ni siquiera de acabar de pensar en ello ya estaba seguro de la respuesta. Ambos estaban destrozados.

Intentó moverse una segunda vez, esta vez, tal y como había hecho su voz, su cuerpo también respondió. Se arrastró por el asfalto tratando de sacar su cuerpo por debajo del coche. Lo que antes le había parecido un aplastamiento ahora se dio cuenta de que no lo era, la sensación de aplastamiento quizá se debía al fuerte golpe que había recibido su cuerpo.

Se deslizó fuera del automóvil e intentó incorporarse, le costó varios intentos y mucho esfuerzo en cada uno de ellos pero finalmente lo consiguió. Se apoyó en el coche y se acercó tambaleándose a su gemelo, se arrodilló junto a él e intentó buscarle el pulso. No hubo forma de encontrarlo, pero no estaba muerto, se repetía sin cesar, tenía que estar vivo, él, la persona más bondadosa del mundo, no podía irse de esta manera. Agarró con todas las fuerzas que le quedaban la cintura del pantalón tejano de su hermano y tiró de él con la poca fuerza que le quedaba, no pudo moverlo ni un centímetro de donde estaba. Trastabilló y perdió el equilibrio dándose un golpe fuerte en la cabeza contra el guardarraíl. La sombra negra delante de sus ojos volvió a hacer acto de presencia y esta vez no pudo hacer nada para evitar que lo abrazase y sucumbió a ella.

En su inconsciencia viajó a un enorme jardín donde dos niños jugaban con un cachorro al lado de una piscina, desde la perspectiva donde se encontraba no era capaz de acertar la raza del perro, aunque estaba seguro que era Contú, el cachorro que sus padres le habían regalado a él y a su hermano de pequeños por unas navidades o a lo mejor su cumpleaños, no lo recordaba. El paso de las estaciones hacía que el perro y los niños creciesen a gran velocidad, el permanecía quieto y no envejecía y en sus narices estaban esos niños que con el paso del tiempo se fueron alejando más y más y se convirtieron en ellos dos.

Su hermano el bondadoso, el cariñoso, el inteligente, el que siempre miraba a su alrededor. Él, en cambio, el centro del mundo, el gruñón, el que hacia siempre lo que le daba la gana sin pensar en los demás.

A menudo se preguntaba como de una misma educación habían salido dos personas tan diferentes pero tan unidas. Él sentía que dentro de su corazón, muy en el fondo, tenía un poco de la bondad de su hermano, de su cariño, de su inteligencia, de su generosidad. Y, quizá, su hermano tenía parte de su maldad.

Había sido su culpa, ahora lo recordaba, su hermano lo había ido a buscar a comisaría por meterse en una pelea callejera, le había pagado la fianza y conducían hacía el pueblo cuando un ciervo se les cruzó por en medio de la carretera, no tuvieron tiempo de frenar, pero su hermano viró bruscamente y luego todo a su alrededor pasó demasiado deprisa y borroso por sus ojos.

No entendía porque ahora ya no le dolía tanto el cuerpo y como parecía que su mente se iba aclarando un poco las ideas. Sentía que ya no estaba sobre el frío y duro asfalto, sino sobre algo suave y mullido. Lo que sí que oía era el fuerte pitido de una máquina en su cabeza que iba al ritmo de su corazón y monitoreaba su velocidad cardíaca, notó los tubos de la sonda endotraqueal entrar por su nariz, también notaba unos tubos que salían de su mano por la parte lateral de debajo de su pulgar, una vía, y finalmente las múltiples vendas que llevaba alrededor de su cuerpo.

Intentó abrir los ojos, le costaba horrores, la luz fosforescente de la habitación hizo que los cerrase de nuevo. Alguien nota sus intenciones y apaga la luz. Abrió los ojos de nuevo y vio a sus padres inclinados sobre él, su madre parecía aliviada y apoyaba una de sus manos sobre su estómago.

Su padre tenía un odio marcado en sus ojos que decía con claridad que él tendría que haber muerto y sin necesidad de preguntarle a nadie, ahora supo que estaba sólo, que ya no tenía esa alma gemela que siempre estaba a su lado. Si no se hubiese peleado, sino hubiese sido detenido, sino se hubiese alejado del camino que siguió su hermano, éste nunca habría tenido que ir en su busca.

Ahora lo sabía se había perdido, lo había perdido. ¿Por qué tenía que ser así? ¿Por qué tenía que tardad tanto en darse cuenta que las cosas no iban bien? ¿Por qué no se dio cuenta antes? ¿Por qué dejó qué todo pasase? Se odiaba a sí mismo, se odiaba no haber podido hacer nada, se odiaba por no haber cambiado de actitud en cuanto tuvo ocasión

Dicen que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, pero él no había tropezado dos veces, sino tres, cuatro, cinco… cientos de veces cayendo y nunca cambiando. Ahora ya no tenía nada, no le quedaba esa segunda mitad que siempre le apoyaba a pesar de recibir desprecio simplemente.

Sabía que él tenía que ser el que se tendría que haber muerto. Había tenido que perder a su hermano para darse cuenta que era hora de cambiar. Y en eso se iba a basar su futuro, precisamente en cambiar. Ahora era el momento de cambiar, aunque la gente considerase que era demasiado tarde, él se lo debía a su hermano, pero sobretodo a sí mismo. Había aprendido una lección y había perdido lo que más quería y nadie se lo devolvería. Se volvió a repetir tantas veces como hizo falta que era el momento de cambiar y así lo hizo, cambió, aunque le costó lo logró.

2 comentarios:

  1. Tu entrada me ha encantado, es algo triste, tienes razon pero así ya es algo nuevo=)
    Me encanta como lo has escrito, de verdad. Es cierto que no te das cuenta de lo que tienes hasta que lo pierdes :S

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